Pese a que la llama en la época de los incas este animal fue utilizado para sacrificios de las ceremonias más importantes como el Inti Raymi (Fiesta del Sol), ahora son consideradas animales altamente favorables para los ecosistemas agrícolas en cualquier país, ya que ayudan en el cuidado de jardines y pastos.
El aporte a la ecología agrícola de este animal es muy importante, debido a sus hábitos digestivos y a su conformación física. Expertos en la crianza de la llama explican que el aprovechamiento del guano, de muy buena calidad en fruticultura iguala a los beneficios del estiércol de cabra, con la diferencia de que las llamas no contaminan el prado.
Es importante también mencionar que estos animales se alimentan de pasto, maleza y hierba en general, de los cuales hacen una reconversión más eficiente que otros animales lanígeros, y cuidan el césped a través de su selectividad del material herbáceo. Del mismo modo, el suelo no sufre alteraciones negativas, debido a que poseen un cojinete plantar que evita su compactación o endurecimiento por efecto de sus pisadas. Las anteriores explicaciones son las razones por las que las llamas resultan ser tan importantes para el ecosistema andino; afortunadamente, en la actualidad se está comprendiendo el valor de estos animales, como reserva genética.
Finalmente, la llama sigue siendo utilizada por los pobladores andinos por su lana, carne y como transporte de mercancías. Su fibra se usa para tejer abrigos, sus intestinos para hacer cuerdas y tambores, y su excremento como combustible. Aún hoy, en el Perú y en las zonas andinas de Bolivia y del norte de Argentina, su lana, de buena calidad, es producida y comercializada. Y aunque en Colombia no sea muy común este importante animal, es necesario considerar que las llamas se crían bien en cualquier clima y no requieren de cuidados mayores que los habituales para cualquier animal doméstico. Vale decir, basta con los controles mínimos, vacunas y desparasitaciones comunes a las especies mayores en general, que un veterinario prescribe.
Por: Luisa Arango – Comunicadora Social y Periodista (UPB)
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