Los efectos negativos que han dejado los problemas ambientales también se traducen en pérdidas económicas para los países actualmente. Complicaciones con consecuencias adversas como la contaminación, pérdida fertilidad del suelo, calentamiento global, entre otras; han sido ignoradas por la economía tradicional durante muchos años.
Una verdadera integración económica debe tener una relación directa con la implementación de medidas regulatorias que contribuyan a un desarrollo sostenible. Una de las primeras investigaciones realizadas a nivel global, conocida como el Informe Stern, estimó que el costo del cambio climático en los próximos años sería cercano al 5% del PIB global en promedio anual, lo que podría llegar hasta el 20% si no se toma ninguna acción correctiva; del mismo modo, la CEPAL estima que para América Latina el costo económico del cambio climático podría situarse entre el 1,5% y el 5% del PIB anual regional.
En Colombia, la contaminación ambiental genera gastos de más de 35 billones de pesos, que equivalen aproximadamente al 4,1% del PIB en los últimos años. En otras palabras, esta cifra corresponde al presupuesto que se destina al sector de la educación y a 1,5 veces al de salud y protección social.
Dicho lo anterior, los problemas ambientales no solo obstruyen el desarrollo urbano en cuanto al crecimiento de las ciudades y poblados, también afecta su infraestructura económica ya que se deben implementar medidas costosas para combatir en cierta medida las consecuencias que deja la huella del ser humano en el planeta Tierra.
El desarrollo de nuestra civilización se ha ido modificando poco a poco, y en muchos casos de manera substancial, el paisaje terrestre. Las ciudades y zonas rurales en las que se viven, los campos de los que obtenemos nuestros alimentos han removido a los ecosistemas originales, secado lagos y ríos con la pérdida y alteración de los ecosistemas y de biodiversidad, la presencia de sismos y huracanes, que se traducen en pérdidas económicas; debe ser una de los tantos motivos para tomar conciencia social y ambiental.
Por: Luisa Arango – Comunicadora Social y Periodista (UPB)
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