En nuestro medio ambiente existen muchos procesos fundamentales para el funcionamiento vital de los seres vivos y, uno de estos procesos es la polinización, que consiste en transferir el polen desde el estambre, es decir, el órgano floral masculino, hasta el estigma el órgano floral femenino; para así lograr producir la germinación y fecundación de óvulos de la flor, dando lugar a la producción de semillas y frutos.
Así pues, los agentes polinizadores que resultan ser indispensables para el planeta, acuden a las flores en busca de una recompensa que puede ser alimento, refugio o calor y son atraídos por señales químicas ya sean olores o visuales como colores y formas. Posteriormente, al moverse entre los órganos reproductores de la flor, sus cuerpos se impregnan de polen que luego trasladan involuntariamente a otras flores, realizando así la polinización.
La polinización tiene beneficios de forma bidireccional, es decir que genera beneficios mutuos, tanto para la planta como para el agente polinizador; este es pues un proceso muy valioso porque habilita la reproducción de las flores a través de la transferencia del polen y equilibra la biodiversidad, permitiendo que convivan diversas plantas y flores bajo un mismo ecosistema. Este proceso genera por mencionarlo de otra manera un efecto dominó o un círculo virtuoso donde el último eslabón beneficiado son los seres humanos, ¿por qué? Porque al mejorar la cantidad y diversidad de polinizadores, el rendimiento de los cultivos llega a aumentar casi un 24%, según estima la FAO los polinizadores afectan al 35% de las tierras agrícolas mundiales, beneficiando entonces finalmente al ser humano y al desarrollo económico de ciertos territorios.
En última instancia, sin ser menos importante, es relevante reconocer que la polinización debe formar parte de los ecosistemas terrestres, naturales y artificiales para permitirles a las plantas la producción tanto de semillas como de frutas, dado que es un proceso que vincula de manera directa los ecosistemas silvestres y los sistemas de producción agrícola. No son pocas las especies de plantas floríferas que requieren que un agente físico agua o viento, por ejemplo, un insecto, animal o ave transporte el polen para ellas poder producir las semillas. ¿Cuál es nuestra invitación hoy? A que cuidemos todos los animales que hacen esta labor de polinización por nuestro bien común, a que cuidemos y valoremos estos espacios multifuncionales que nos permiten una mejor calidad de vida.
Por: Luisa Arango – Comunicadora Social y Periodista (UPB)
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