Siendo las luciérnagas uno de los animales más vulnerables a la urbanización, a la antropización de los entornos naturales y a la contaminación lumínica; hoy por hoy el planeta tierra está en riesgo de perder esta especie que resulta ser tan primordial para el mismo.
Cumpliendo con una función única en el ecosistema, las luciérnagas con su protección y conservación pueden ser de gran ayuda para poder conservar los bosques ya que son un indicador clave para conocer el estado de conservación de los bosques húmedos y su biodiversidad; sin embargo, la pérdida de hábitat, el uso de pesticidas y la luz artificial son las tres principales amenazas que tienen en jaque a algunas especies.
Del mismo modo, es necesario expresar que las luciérnagas necesitan de unas condiciones ambientales específicas para completar su ciclo de vida, pero con el aumento exponencial de la luz artificial de la noche, los biorritmos naturales, incluido el humano y la contaminación lumínica realmente se arruinan los rituales de apareamiento de esta especie.
En una investigación que se realizó en la universidad de Tufts, Sara Lewis y el coautor Avalon Owens, explicaron entonces que el uso agrícola generalizado de pesticidas es otra amenaza clave para la supervivencia de la luciérnaga. Donde la mayor parte de la exposición a insecticidas ocurre durante las etapas larvarias, porque las luciérnagas juveniles pasan hasta dos años viviendo bajo tierra o bajo el agua. Los organofosforados y los neonicotinoides, dos de los insecticidas más comunes, son los más perjudiciales para las luciérnagas.
Pese a lo mencionado anteriormente, queremos seguir siendo optimistas en cuanto al futuro de estas especies, por eso, aquí te traemos cuatro formas de ayudar a las luciérnagas a sobrevivir a estas amenazas:
- Apague las luces exteriores en la noche
- Deje troncos y acumule basura orgánica para que ellas puedan coloquen sus larvas allí.
- No capture luciérnagas
- Use fertilizantes naturales.
¡No nos olvidemos de las especies más vulnerables, la tarea es de todos!
Por: Luisa Arango – Comunicadora Social y Periodista (UPB)
Fuentes utilizadas: