Es importante comenzar mencionando que solo el 0.007% del agua existente en la Tierra es potable, y esa cantidad se reduce año tras año debido a la contaminación y a los demás problemas ambientales ocasionados por las malas prácticas humanas. Dicho lo anterior, más de 1100 millones de personas en el mundo carecen de acceso directo a fuentes de agua potable, por lo que padecen del llamado estrés hídrico.
La mortalidad en el mundo por consumo de agua no potable asciende a casi 1.000 niños diarios a causa de enfermedades diarreicas asociadas con agua potable contaminada, saneamiento deficiente o malas prácticas de higiene. En total, 748 millones de personas en todo el mundo siguen teniendo serios problemas para acceder al agua. Además, el agua contaminada puede transmitir enfermedades como la diarrea, el cólera, la disentería, la fiebre tifoidea y la poliomielitis. Se calcula también que la contaminación del agua potable provoca más de 502.000 muertes al año.
Y es que las cifras siguen siendo devastadoras, pues según UNICEF solamente en África, la gente camina 40.000 millones de horas todos los años para abastecerse de agua, sin embargo, gobiernos y compañías como UNICEF han estado implementando métodos innovadores y económicos que han permitido avanzar en el acceso universal al agua; por ejemplo, en Bangladesh, se estableció un método para captar agua de lluvia y posteriormente bombearla a acuíferos poco profundos, ofreciendo seguridad en el suministro de agua a aproximadamente 1 millón de personas cuyas aguas subterráneas se habían salinizado.
Del mismo modo, en la República Democrática del Congo, gracias al modelo de “aldeas saludables”, más de medio millón de personas obtuvieron acceso en años pasados a fuentes de agua potable y a servicios de saneamiento mejorados en sus comunidades.
El compromiso para que esta situación cambie depende de todos nosotros ya que se estima que de aquí a 2025, la mitad de la población mundial vivirá en zonas con escasez de agua; por ende, cierra el grifo cuando no lo estés usando, toma duchas más cortas y usa sistemas de control de agua.
Por: Luisa Arango – Comunicadora Social y Periodista (UPB)